jueves, 25 de junio de 2015

¡Por Dios! ¿Las personas no podrían hacer justicia por mano propia? ¡No podemos estar vigilando toda la ciudad!


Esta frase de Clancy Gorgory, el jefe de policía de los Simpsons, nunca había sido tan relevante como ahora, cuando el debate sobre el vigilantismo —término elegante para "dele pata a ese hijueputa"— está tan caliente. 

Por un lado están los que aducen que con una justicia como la que tenemos, la única forma expedita de castigar a los criminales es hacer justicia por mano propia. Por el otro, están los que consideran que eso implica rebajarse al nivel del delincuente, y de paso puede abrirle las puertas al paramilitarismo, a los grupos de limpieza social, y finalmente a la anarquía social.

Yo entiendo a ambos bandos, aunque en mi opinión personal, me parece que un ladrón que apuñala a alguien por robarle el celular, o un pedófilo que viola una niña, merecen ser linchados. Una persona como esas no le aporta nada a la sociedad sino problemas; y siendo sinceros, tampoco se va a enderezar porque lo metan en una cárcel —al menos no en el sistema carcelario actual—. El hambre o la pobreza pueden ser excusas para robar, pero no para matar o violar.

Sin embargo, también es cierto que el hacer justicia rápida implica un problema. No siempre el crimen es flagrante; y todos sabemos el poder del rumor. Acaso se ha puesto a pensar, cuando ve un linchamiento, ¿Cuántas de esas personas que están golpeando al tipo, lo vieron cometiendo el delito? ¿Cuánta gente ha sido condenada injustamente, aún luego de haber sido sometidas a un juicio apropiado? Errar es de humanos, y muy seguramente, por cada 99 personas que son "castigadas justificadamente", hay 1 inocente que estaba en el lugar equivocado. 

En países como Colombia, el tema de vigilantismo conlleva un agravante adicional. El latino suele excederse y por lo general actúa con la cabeza caliente. He visto comentarios donde sugieren lapidar a un tipo porque mató un perro, o peor aún, agarrar a patadas a una mujer porque se coló en Transmilenio. Así de mal estamos, condenando a muerte a una señora por dárselas de avispada, mientras que el segundo peor asesino serial en la historia de la humanidad, está "condenado" a pasar sus días orando en una celda. 


Una buena forma de evaluar y entender las posturas del otro en este debate, es hacer que cada uno se ponga en los zapatos del contrario.

Usted, niña idealista, que considera que los criminales tienen derecho al debido proceso, y que son seres humanos como usted o como yo: ¿Sería capaz de mirar a los ojos a un tipo que le echó ácido en la cara a su hermana, y no encenderlo a patadas?

Usted, macho lleno de testosterona, que ya ha cogido a golpes a más de un ratero: ¿Cómo se sentiría al enterarse que su padre, hombre de bien, está en la clínica en coma, porque una turba enardecida lo confundió con un ladrón?

Usted, abogado penalista, exitoso defensor de profesión: ¿defendería en un juicio al violador de su propia hija? ¿O dejaría que un colega lo hiciera, a riesgo de dejarlo en libertad?

Como puede ver, las cosas en este mundo no son todas blancas o negras. Hay una cantidad de matices que hay que considerar cuando de impartir justicia se trata; y una cosa es lo que uno piensa, sentado al frente de un computador, y otra cuando tiene que enfrentarse a un hecho de este tipo.

Tocar este tema me recuerda un capítulo de Dexter —tal vez la representación más realista a la fecha de un vigilante moderno: no tiene poderes como Supermán, ni es un millonario como Batman, pero siempre castiga al criminal—. 


En ésta serie de TV, Dexter Morgan es un tipo supremamente preciso, y cuando toma la justicia por su propia mano, lo hace luego de un análisis concienzudo de las pruebas y de un seguimiento metódico al sospechoso. En un capítulo de la cuarta temporada, captura a un fotógrafo al que todas las evidencias implican en una serie de homicidios de modelos, y lo castiga asesinándolo en su ritual característico. Al día siguiente, Dexter se entera de que el homicida no era el fotógrafo, sino su asistente, el cual fue capturado por la policía luego de una prueba de ADN. Un error irreparable, que demuestra las consecuencias de saltarse la ley.

Retomando lo que decía al principio, y a riesgo de discrepar con la mayoría de ustedes, a mí sí me gustaría que se pusiera en práctica la política del "ojo por ojo". Y ya sé lo que me van a responder algunos: 

—"Ojo por ojo y todo el mundo acabará ciego"

Gandhi era un excelente pensador, pero un pésimo matemático. En su escenario, sólo la mitad del mundo quedaría ciego —a menos que existieran personas que se dedicaran sistemáticamente a sacarles los ojos a los demás—. 

Yo ajustaría la frase a: "Ojo por ojo y una pequeña parte del mundo acabará tuerto, mientras que la otra parte aprenderá a vivir en paz". Aplicando ese principio, nos desharíamos de los asesinos —siempre que se elimine el margen de error en las condenas—, y le enseñaríamos a los demás criminales a no delinquir. Fácil decirlo, difícil concertarlo, y casi imposible ponerlo en práctica. No creo que logremos un consenso.

En lo que seguramente todos estamos de acuerdo, es en que la justicia Colombiana está tan mal, que funciona igual o peor que la de los Simpson —allí, todo el mundo sabe que Snake es un ladrón reincidente, pero el tipo casi nunca está en la cárcel; todo el mundo sabe que Gorgory es un inepto, pero nadie lo reemplaza como jefe de policía; y todo el mundo sabe que Diamante es un corrupto, pero ahí sigue de Alcalde de Springfield—. 


Poco podremos hacer si ni siquiera logramos aplicar apropiadamente el código penal actual. La sugerencia sería empezar por ahí. Porque por ahora, nuestra justicia es una caricatura que no causa ninguna risa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario