viernes, 24 de julio de 2015

¿Un Gym?¿Qué es un Gym? Ah, un GYM


Los que me conocen saben que a mí nunca me ha gustado el ejercicio. En principio, no me produce ningún placer —creo que estoy negado en el tema de producción de endorfinas o de adrenalina—; y aparte los deportes se me hacen aburridísimos —con gusto cambiaría los veinte canales deportivos que tengo, por un History 2—.

Tal vez todo surge de mi aversión hacia las clases de educación física. Causada por dos hechos principales: primero, que era malo, malísimo para practicar deportes; y segundo, que las clases estaban mal enfocadas. Sí, seguramente, a usted también le iba regular… pero créame… nunca fue tan malo como yo.

Yo siempre era el último entre los últimos: el último en ser escogido para el equipo —incluso si el número de estudiantes era impar y yo daba una ventaja extra en la cantidad de jugadores— el ultimo en las carreras de velocidad, el último en las de resistencia, etc. Cuando había que hacer "ventiuna" con el balón, yo hacia "una". Cuando tocaba ejercitarse en barras, mi barbilla no alcanzaba la barra ni la primera vez. Fallaba incluso siendo el recogebolas.

Esa situación cambió, cuando entró a la clase un compañero que tenia asma y algo de sobrepeso. Yo aún llegaba de último en las carreras, pero al menos la final entre los dos era de foto finish. Lo malo es que él tenía excusa, yo no. 


Consecuentemente, mis notas en esa materia no eran de mostrar, y eran aún más deprimentes cuando la forma de evaluación cambió de números a logros:

"Las habilidades motoras del estudiante son deficientes"
"El estudiante muestra falta de coordinación en ejercicios aeróbicos"

La cosa fue tan grave, que perdí educación física en décimo, y no me vine a dar cuenta sino un año después: dos días antes de la graduación de bachiller. Y no es que hubiera perdido por fallas —siempre asistí puntualmente—, sino por verdadera falta de habilidad para el deporte. La principal razón por la que me pude graduar —aparte de ser el tercer puesto de la clase—, fue porque al profesor le pareció absurdo que alguien perdiera esa materia, y me pasó a último momento.

Hablaba antes de clases mal enfocadas, porque para los que no éramos competitivos físicamente, las clases caían en un círculo vicioso. Eres regular, no te va bien, no te gusta, te desanimas, entonces haces menos ejercicio, y por lo tanto pasas de regular a malo… y así vuelve el ciclo. En comparación con los demás, uno siempre era el más lento o el más débil, y por lo tanto la mejora —si la había— no se notaba. 

Esa es una de las pocas razones por las que el gimnasio no me parece del todo malo. Al menos allí la competencia es contra uno mismo —uno percibe las mejoras cuando es capaz de permanecer un par de minutos más trotando, o cuando puede levantar un poco más de peso, o cuando puede hacer más repeticiones—. Es más fácil de medir.

Además, cuando uno pasa de los treinta, es cuando el cuerpo le cobra a uno la falta de ejercicio. "Musculo que no se usa, se atrofia" decían, y uno no ponía cuidado. Pero de hecho, no solo pasa con los músculos, sino con los huesos y las articulaciones. En tres años de sedentarismo intenso, siento que mi cuerpo envejeció otros treinta años.

Por lo tanto, me inscribí en un gimnasio. Otra vez. Hace unos años lo había hecho, y los resultados fueron bárbaros —bajé casi 12 kilos en 6 meses, y mejoré mi estado físico significativamente—, sin embargo lograr la meta redujo la motivación, por lo que volví al sedentarismo.

Naturalmente, hay que hacerse la revisión medica, para evaluar cuáles ejercicios se pueden hacer, y cuales no.

—Le recomiendo que no haga posturas de yoga, como la postura de la "vela" —me dice el doctor—. Puede causarle lesiones en el cuello.

—¿Qué le hace pensar que voy a pasar de la postura "recostado en el sofá" a "pararme en la cabeza"? —le contesté—.

—Lo decía sólo por precaución.

Entonces ve uno la valoración del deportólogo, y recuerda los logros del colegio:

"El paciente muestra estabilidad del tronco (core) deficiente"
"El paciente debe evitar ejercicios que involucren saltos o giros"

Afortunadamente el médico no me revisó la coordinación, o si no habría sido un logro menos. Sin embargo la mayoría de ejercicios que me programaron son los que le pondrían a una persona de edad madura, y no a un "joven" de 33 años: fortalecimientos, estiramientos... nada de impacto. Pero siendo optimista... al menos puedo hacer ejercicio.

Lo cierto es que escribo estas líneas luego de mi primer día de "Gym". Próximamente les estaré contando como me va. Eso sí, ¡ya empiezo a ver resultados *!


* El producto puede diferir de la imagen mostrada



jueves, 16 de julio de 2015

Cuando me aburro invento otra película… es que tengo poca concentración

Hace unos días hablaba de lo complicado de ir a cine en los 80's: la silletería no era numerada —así que uno debía llegar un par de horas antes de la función—; la oferta de películas era mínima —no proyectaban más de dos películas al mes—; y las filas solían darle la vuelta al centro comercial —eran más largas que las colas en Transmilenio—.

Y a eso súmele la experiencia por la que teníamos que pasar algunos… IR A CINE SOLO:

Ustedes no se imaginan lo traumático que es para un niño de 12 años ir a verse una película como "El Rey León" en solitario. No solamente me tocó un puesto incómodo —porque así uno llegara temprano, los que iban emparejados hacían dos filas al tiempo: el uno iba a la cola de las boletas, y la otra a la cola de ingreso—, sino que tuve que ver como moría Mufasa sin contar con el apoyo moral de alguien más; con el agravante de que terminé con tortícolis.


Aunque el plan de cine es mi favorito —y ahora siempre voy acompañado—, eso no quiere decir que el proceso se haya convertido en un paraíso. Hoy en día pasan tantas películas, que por lo general la mitad son malas. La estructura del negocio cambió tanto, que lo que les da más plata a los Multiplex no es la proyección de películas, sino la venta de comida en la confitería —y por ende la gente parece que va es a comer y no a cine— . Y finalmente, la cultura del Colombiano en cine a veces deja mucho que desear.

Permítame desglosar la aventura de ver películas en la actualidad, parte por parte:


LA FILA:

Está la pareja que empieza a decidir qué película va a ver, cuando ya ha llegado a la taquilla: —Gordo, llame a Danielita, a ver si sí se quiere ver esa.

Está la pareja que usa 4 medios de pago distintos para cancelar las tarjetas: —Yo pago una boleta con puntos, la otra con lo que queda de saldo y estos dos mil pesitos, y la tercera con la tarjeta de crédito.

Está la pareja a la que no le gusta nada: —Ay no, esa no, que es subtitulada y toca leer, que pereza. —Ay no, esa no, que nos toca muy cerca. —Ay no, esa no, que yo la quiero ver es en 3D.


LA CONFITERÍA:

Cuando pienso que en un supermercado la libra de maíz pira vale 3.000 pesos, y 3 litros de Gaseosa valen 4.000 pesos, me parece que es un atraco que en la confitería cobren 11.000 pesos por un balde de crispetas, y 5.000 pesos por el vaso de gaseosa. He dicho.


LA UBICADA:

Pese a que la numeración de las sillas es lo más simple del mundo, siempre hay un par de despistados que no logran ubicarse en su asiento, y aparte de todo pelean cuando uno se queja. Y si no es eso, es el grupo que llega tarde y hace toda la bulla del mundo posible, aunque ya haya iniciado la proyección.

LOS TRAILERS:


A mí me encantan los cortos. Pero cuando son 20 minutos de trailers intercalados con comerciales a todo volumen, y siempre repiten el mismo, uno se harta —o si no dígame cuantas veces tuvo que ver el corto de la "La familia Bélier"—.


EL CORTOMETRAJE:

Es sencillo. El cortometraje no lo exhiben por bueno, sino porque exhibirlo es un compromiso que tienen las empresas con el gobierno —es como pasar el Himno Nacional a las 6 de la tarde—. Así que por lo general, el cortometraje no le gusta ni a la mamá del que lo filmó —con excepción del corto de los Abuelitos y la cámara, que me parece una belleza—.



LA PELÍCULA:

Ahí empieza lo bueno. A mi casi todas las películas me gustan, y siendo honestos, no me ha tocado vivir muchos inconvenientes durante las proyecciones —considerando que veo alrededor 30 películas por año en cine—. Pero siempre hay anécdotas por recordar:

El borracho en el estreno de Terminator 3. Sí. Había un borracho en el público, e hizo tanta bulla que a los quince minutos de empezar, entraron dos acomodadores y lo sacaron. Como nota aclaratoria: era un sábado a las 11 am.  No entiendo cómo está uno borracho a esa hora, y en cine.

La falla en Star Wars Episodio III. En medio del combate inicial —una de las escenas más impresionantes—, la proyección se paró. Afortunadamente, la volvieron a poner desde el principio.

Ver "Gohatto". Entramos a verla porque según los posters parecía una adaptación de una serie de manga —con peleas, espadas, y encarnada por actores reales—. Pero no. Imagine ver una versión de 50 sombras de Grey, representada por Samurais, todos hombres, y en japonés. Lo peor es que fuimos con otros 10 compañeros de la universidad. Al menos no fuimos con nuestros papás. 


EL FINAL:

Para cerrar los dejo con un fan art de la película "Mi pobre angelito" que encontré en internet —9gag para ser exactos—, y un argumento —traducido del inglés— cortesía del usuario "iamslavojzizek". Lástima que sea sólo una broma, porque me encantó la idea.


"MI POBRE ANGELITO: CAMINO AL PERDÓN"

Un Macaulay Culkin entrado en desgracia, es rastreado por Joe Pesci y Daniel Stern, quienes han salido recientemente de la carcel, y buscan redimirse y hacer las cosas bien. 

Poco saben ellos que Culkin se encuentra involucrado con malas compañías, y ahora el trío se encuentra atrapado en una vivienda abandonada, emplazada en el medio oeste, tratando de defenderse de los mafiosos que quieren cobrar la deuda de Culkin. ¡Ahora ellos tienen que trabajar juntos, y usar las trampas de la destartalada casa, por última vez! ¡Próximamente, en cines cerca de usted!

viernes, 3 de julio de 2015

Hoy en las noticias, cierta bebida ha resultado ser mortal. No les diremos cuál hasta después de los deportes.

¿Es usted de los que mira la tabla de información nutricional de los alimentos que consume? 

Me refiero a la tablita donde dice cuántas calorías tiene, y el porcentaje de valores diarios. ¡Qué amables y comedidas las industrias alimenticias, dándonos toda la información necesaria para que sepamos exactamente qué estamos consumiendo!

Pues resulta que ellos ocultan sistemáticamente uno de los datos más importantes, y en nuestras propias narices. Si no me cree, vaya, busque el primer paquete que encuentre —ojalá el de su alimento favorito—, y entre todos los porcentajes que salen, revise cuál es el porcentaje diario de azúcares.

¿Ya miró? ¿De cuánto es? 

¡Ahhhh! Dice los gramos, pero no el porcentaje, ¿cierto?

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¿Por qué muestran los porcentajes de absolutamente todo, menos de los azúcares?

Porque casi siempre el porcentaje es absurdamente alto, y es ese exceso de azúcar lo que causa la hermosa pancita que usted tanto se esfuerza por eliminar —aparte de otros problemas de salud menos visibles, pero más graves—. Como en todo plan de mercadeo, se resalta lo bueno y se oculta lo malo.

—Pero un poquito de azúcar de más no hace daño.

"Un poquito", cree usted. Pues revisemos los datos. El siguiente texto es un extracto de un reporte de la Organización Mundial de la Salud:

"La actual recomendación de la OMS, que data de 2002, es que el consumo de azúcares debe representar menos del 10% de la ingesta calórica total diaria. En el nuevo proyecto de directrices se formula la misma recomendación, pero además se indica que si la ingesta calórica total diaria se reduce a menos del 5% se obtendrán beneficios adicionales. Un 5% de la ingesta calórica total equivale a unos 25 gramos (aproximadamente 6 cucharadas de café) de azúcar al día para un adulto con un índice de masa corporal normal"
OMS, Ginebra, Marzo 5 de 2014.

25 gramos al día es la recomendación médica, mis estimados.

Ahora miremos los datos nutricionales de una Coca Cola —la de 600ml que casi todo el mundo compra—, para ver cuánto es "un poquito":


—Ah bueno… 21 gramos está incluso por debajo del recomendado.

Pero lea bien. "Porciones por envase: 3". Entonces esas cantidades no son las de toda la botella, sino de una tercera parte. ¡Ah!… viejos mañosos. No solamente ocultan el porcentaje, sino que hacen trucos para mostrar valores inferiores. 

Si fueran los datos de la botella completa, e indicando todos los porcentajes, los datos se verían algo así:


Y eso que el porcentaje se calcula sobre 50 gr/día, que es el máximo permitido. Si fuera el recomendado —25 gr/día— ese porcentaje sería el 252%. Y solamente por una botella. Dos botellas y ya se tomó el azúcar de la semana. Ni la difunta Celia Cruz tenía tanta azúcar en el cuerpo.


Lo más grave es, que a todas esas cosas "light" o "bajas en grasa" que usted compra, les agregan azúcar. ¿Por qué? Porque cuando usted le quita la grasa a un alimento, le quita sabor. Y la mejor forma de devolvérselo, es añadiendo azúcar. Eso no aporta nutrientes, ni vitaminas. Sólo da sabor, y aparte hace daño. 

Tómese un ratico para revisar los datos de las otras cosas procesadas —a las cuales les agregan azúcar—, que usted consume en el día. Los siguientes números corresponderían a una dieta "light": 

· Vaso de leche deslactosada y descremada, 250ml: Aprox 13 gr.
· Taza de cereal integral: Aprox 15 gr.
· Café negro con una cucharadita de azúcar: Aprox 5 gr.
· Galletas light: Aprox 7 gr.
· Jugo de naranja "con sabor natural" de 500ml: Aprox 45 gr.
· Tres cucharadas de salsa vinagreta para la ensalada: Aprox 4 gr. 
· Té con una cucharadita de azúcar: Aprox 5 gr.
· 2 tajadas de pan integral (tipo sandwich): Aprox 6gr.

Aún si usted hace que el resto de comidas que consume sean saludables y se preparen sin agregar azúcar —cosas como huevos, pollo, arroz, verduras, frutas—, y además no toma gaseosas ni postres; de todas formas usted se puede estar echando encima casi 100 gramos de azúcar al día. Agréguele un dulcecito, o una torta, y el número se puede duplicar.

Lo más triste es que son las cosas que usted creería que son más sanas —la leche, el cereal y el jugo embotellado— las que por sí solas se pasan del máximo diario.

Y mejor no le digo cuántos gramos de azúcar tiene un helado —primero porque me encanta, y segundo, porque de saberlo la mayoría de ustedes se desmaya y al resto se les daña el día—. Hay cosas en la vida que es mejor no saber.

La conclusión: Nadie le está diciendo que elimine el azúcar de la dieta. Solamente que lo modere, y que sepa lo que está consumiendo. De cualquier forma, todos sabemos que no se vive de ensalada.

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