¿Recuerda usted, cómo era el proceso para enviar un
correo tradicional en los 80's?
Empezar a escribir la carta. Equivocarse en el texto. Volver a empezar. Volver a equivocarse. Dejar el tachón y seguir. Terminar la carta. Releerla y pensar "la letra quedó fea, pero al menos el mensaje se entiende". Meter la carta en un sobre. Cerrar el sobre con babas. Poner remitente y destinatario. Darse cuenta que los puso al revés. Buscar otro sobre y no encontrar ninguno. Sacar la carta del sobre dañado, de forma cuidadosa. Romper la carta a pesar de intentar abrir el sobre con delicadeza. Escribirla nuevamente. Darse cuenta que ésta vez, la letra quedó más fea, pero al menos no tiene tachones. Ir a comprar otro sobre a la papelería. Volverlo a marcar. Cerrarlo con babas. Ir al correo. Comprar las estampillas. Pegarlas al sobre (sin babas, esas son auto adhesivas). Pagar el envío y esperar.
El proceso por lo general terminaba con una llamada
telefónica, un par de semanas después.
—Hola Pao! ¿Te llegó la carta?
—¿Cuál carta?
¿Recuerda usted, cómo se zanjaba una discusión relativa a
temas de cultura general, por esas épocas?
—Que no, Paola, que los bananos no crecen en árboles.
—Que sí... entonces dónde más van a crecer... Te lo estás
inventando.
—No, es en serio. Lo vi en alguna parte.
—Ay sí... cómo no....
A menos que se tuviera un libro del tema a la mano —quién no
tiene un libro de "Principios de Agricultura Bananera" en su
biblioteca—, uno podía quedar con la duda por días o semanas... hasta que se le
olvidaba.
—Efectivamente, los bananos no crecen en los árboles.
Crecen en hierbas muy grandes, que no tienen tronco. Lo dice en más de mil
páginas en Internet. Al fin tengo la evidencia... 20 años después.
¿Recuerda usted, cómo era ponerse una cita en los 90's?
—Nos vemos esta tarde a las 5, en Metrópolis. Toca llegar
temprano, porque la película empieza a las 7 y hay que hacer fila.
Luego de definir punto y hora de encuentro —y a menos que
todo saliera exactamente de acuerdo a lo planeado—, uno quedaba en el limbo.
¿En cuál de las entradas del centro comercial es que nos vamos a encontrar?
¿Qué pasa si hay mucho tráfico? ¿Será que me espera? ¿En caso de algún
inconveniente, cómo aviso que la cita se cancela?. Cualquier cambio de los
planes podría convertirse en una tragedia griega.
A eso, añádale las dos horas de fila —porque en ese entonces
no había silletería numerada en los cines—.
—6:30 de la tarde y no llega —piensa uno— Será
llamarla a la casa.
Buscar un teléfono público. No da tono. Buscar otro
teléfono público. Tiene una fila como de diez personas. Hacer la fila de todas
formas. Terminar de hacer la fila. Darse cuenta que no tiene monedas. Ir a la
tienda a cambiar un billete. No le dan cambio si no compra algo. Comprar una
empanada. Comérsela. Quedar con aliento de ají y un pedazo de cilantro entre
los dos incisivos. No darse cuenta. Hacer la fila del teléfono otra vez.
Llamar. Escuchar a la mamá de la chica, del otro lado del altavoz.
—Mijo, Paolita llamó, que lo está esperando en el Teatro
Metropol desde hace rato.
—¡Era en Metrópolis Doña Martha!
Dice un refrán muy común que "Todo tiempo pasado fue
mejor". O en palabras del Abuelo Simpson "El césped de hoy
pica más que el césped de mi época". En este caso en particular, no
estoy de acuerdo con el Abuelo ni con el refrán. ¿Cómo voy a estar de acuerdo?.
El mundo era supremamente aburrido en ese entonces. Soportar filas eternas en
los bancos, y tener que hacerlo varias veces en el mes (sin ninguna clase de
entretenimiento por cierto). Vivir sujeto a la programación de sólo dos o tres
canales de TV. Tener que esperar años para que llegaran tecnologías y productos
habituales en el extranjero... Y si nos vamos más hacia atrás, aún peor. Sin
televisión, sin teléfono, sin aviones, sin
antibióticos, sin anestesia. Definitivamente no me hubiera gustado vivir en
esas épocas.
Curiosamente, el refrán puede haber surgido de un poema del siglo XV, del
escritor español Jorge Manrique. El poema se llama "Coplas por la muerte
de su Padre"
Recuerde el alma dormida,
avive el seso y despierte
contemplando
cómo se pasa la vida,
cómo se viene la muerte
tan callando,
cuán presto se va el placer,
cómo, después de acordado,
da dolor;
cómo, a nuestro parecer
cualquiera tiempo pasado
fue mejor.
Desconozco que clase de cosas del siglo XIV añoraba el poeta
en cuestión; pero teniendo en cuenta que los eventos más relevantes de ese
siglo en España fueron la peste negra —que mató al 60% de la población
europea—; y dos hambrunas —que detuvieron el crecimiento demográfico en esos
períodos—; uno diría que a don Jorge se le corrió la teja.
En ese orden de ideas, prefiero la interpretación que hace
del refrán, el gran Ernesto Sábato, en su obra "El Túnel"
“La frase 'todo tiempo pasado fue mejor' no indica que
antes sucedieran menos cosas malas, sino que —felizmente— la
gente las echa en el olvido”
Habrá que olvidar las cosas malas que ocurrieron en el
pasado entonces, y enfocarse en las cosas buenas. Como por ejemplo, que al
menos Paolita no me vio con el pedazo de cilantro entre los dientes.