jueves, 3 de diciembre de 2015

De cómo el Procurador se robó la Navidad


Hace tiempo (y no es invento),
vivió la estrella de nuestro cuento.
La bella Colombia fue el lugar,
donde el Procurador quiso predicar.

A todo el que allí vivía,
éste escrupuloso ser jodía.

No reía, siempre amargado,
solía andar muy enojado.

Las expresiones públicas del amor,
—como besos en la calle darse—,
a nuestro inoportuno abogado,
¡Sí que le hacían enfadarse!

A los gay, sin excepción,
odiaba el hombre de corazón,
y entre ellos, la adopción,
parecíale una perversión.

La cuestión de la eutanasia,
la contracepción o el aborto, 
tampoco le caían en gracia.
¡Le hacían doler el orto!.

Por otra parte, al Procurador,
le encantaban las corridas;
el martirio del toro y su dolor,
le daban inmensas delicias.

También lo satisfacía
asistir a misas en latín,
las cuales siempre atendía,
desde el principio hasta el fin.

Y no se diga de las quemas,
de libros en su juventud:
"El conocimiento da problemas,
y se opone a la virtud"

Un diciembre, el muy porfiado
en víspera de Nochebuena,
sintiose de lo más malvado

y quiso hacer un anatema:

"Aplicaremos entonces leyes
heredadas del siglo dieciséis,
con eso la moral se compone
y la sociedad mejora, ya veréis".

"Las mujeres deberán llegar
vírgenes al matrimonio,
y si tienen sexo antes, 
que se las lleve el demonio"

"Masturbarse, hasta en privado,
será motivo de sanción,
por un cilicio será reemplazado 
¡Qué delicia!, ¡Qué emoción!"

"Las parejas habrán de tener
los hijos que Dios mande,
así no tengan que comer
y los niños pasen hambre"

"Los huérfanos serán adoptados
sólo por padre y madre,
es la mejor forma que la iglesia
siga siendo algo rentable"

"A las lesbianas y maricas
les arrebataremos sus hijos,
los adoptarán parejas ricas
—las que tengan crucifijos—"

En medio de su diatriba
lo sorprendió su nietecito,
mirándolo de abajo a arriba
lo tocó con su manito:

"Abuelito no hagas eso
de mi madre no me alejes, 
me haría falta, lo confieso
la ruptura no festejes".

"Está tranquilo, pequeñuelo"
Contestó el Procurador. 
"Que la ley aplica al pueblo,
No a la familia del censor."

"Mi hija es gran persona,
nada a ustedes separará.
Ella podrá ser maricona,
pero es la mejor mamá"

El niño feliz quedó,
Y a su cuarto fue a dormir. 
Mientras tanto que el abuelo
terminaba con su urdir.

"Y la religión católica
al gobierno inundará.
¡Muerte a la patria laica
y al socialismo en Bogotá!"

Volvió a su cama sombría

a esperar la Navidad.
El sueño le acudía,
lo llenaba el bienestar.

"Parejas gay ya no habrían,
tampoco transexualidad,
hijos ellos no tendrían,
mucho menos felicidad"

Pero en eso un murmullo oyó:
"¿La alegría en mi pared resuena?"
A su vecino gay escuchó.

"¿Están cantando la novena?"

El Procurador no se equivocó: 
eran risas y cantos de gozo...

Su vecino a todos reunió
¡Celebraban con alborozo!

El anciano entendía poco:
Sin casarse y sin adoptar,
Este tipo, extraño y loco,
¡tenía el poder de amar!.

Así, la felicidad no estaba en las normas
ni en las manos del Procurador las formas
de hacer que los Colombianos

se comportaran como hermanos.

El Procurador así lo entendió

y desechó sus tabúes con prisa,

Dejar de joder decidió;
y en mil caras brotó una sonrisa.


Lo bueno de esta lección,
es que cambió su punto de vista.
Siguió sin dudar su corazón,
¡Y se volvió transformista!.