viernes, 5 de junio de 2015

Estimados publicistas: me da asco la forma en que presentan a la gente en la televisión.

Siempre me ha molestado la publicidad de las entidades financieras (bancos y otros similares que manejan o prestan dinero), y la forma en cómo pretenden hacerle creer a la gente que "les ayudan a ahorrar y a cumplir sus sueños". Como si darle un crédito a alguien no beneficiara más al que lo suministra, que al que lo recibe.

No me malentienda. No estoy diciendo que el servicio que provee un banco no sea necesario, o que los banqueros sean unos ladrones per sé como mucha gente afirma. La banca es un negocio y por lo tanto tienen que percibir ganancias para sobrevivir. Incluso, yo mismo hago uso de sus servicios constantemente, y créame, los bancos me ahorran tiempo, me evitan preocupaciones, y, si uno lo hace bien, hasta puede salir beneficiado en algunos aspectos financieros.

Tampoco quiero satanizar a los empleados bancarios. La mayor parte de ellos ya debe tener suficiente con atender a gente que paga facturas con moneditas de cien, cerrar la caja diaria sin que se pierda un solo peso, recibir quejas y malas caras todo el día, y aparte ser obligados a vender productos que ni ellos mismos comprarían.

Lo que me molesta es que los bancos se aprovechan de la ingenuidad de la gente, mostrando solamente los beneficios, y disimulando en la letra menuda —o incluso obviando—, todos los "efectos secundarios" que implica contratar alguno de estos servicios.

Esto es lo que en derecho se constituye como "dolo bueno", que si bien no es algo punible, me parece muy falto de ética. ¿Y qué quiere decir ese término tan "bueno"?

Dolo bueno es el comportamiento lícito realizado con astucia, malicia, halagos, jactancia, propaganda, incitaciones, etc. que son permitidas en la vida comercial, jurídica o social y respecto de las que, por lo tanto, cualquier sujeto está preparado o habituado. Es un engaño menor, una simple exageración de cualidades de la cosa ofrecida.

Uno, la mayoría de la gente no tiene conocimientos financieros, así que ni el sujeto está preparado, ni está habituado a esos comportamientos. Dos… a mí no me parece que los "engaños menores" sean cosas que se deban permitir en esta clase de negocios.

Volviendo al hilo del tema, hace un momento hablaba de efectos secundarios, ¿A qué efectos me refiero?

1: CANCELACIÓN DE TARJETAS.


Sacar una tarjeta de crédito es fácil. El asesor incluso puede ir a su oficina, llenar por usted la mayor parte de los papeles, y entregársela a domicilio. Ahora, si quiere cancelarla, tiene que ir a la sucursal principal del banco, dar una lista de 10 razones por las cuales ya no la necesita, llenar un par de formularios (esta vez es usted quien los tiene que llenar), conseguirse un paz y salvo, pasar una carta, y esperar 30 días hábiles. No les falta sino pedir una autorización del Vaticano.

2: LLAMADAS PERIÓDICAS OFRECIENDO SERVICIOS



Tan pronto entra usted en la base de datos de la entidad financiera, queda usted sometido a por lo menos una llamada quincenal de algún asesor, la cual inicia con 1 minuto de presentación del empleado, seguido de 2 minutos de exaltación a su buen comportamiento para con el banco, y otros 2 más de explicación de "un nuevo servicio exclusivo para usted". Luego de ese imparable e ineludible monólogo, usted pregunta:

—¿Y ese servicio tiene algún costo?

A lo que el asesor responde:

—Señor, el valor del servicio es un monto mínimo especial para usted, que con descuento queda en 19.999 pesos mensuales, por los seis primeros meses.

Usted le explica que no se encuentra interesado en el servicio, que muchas gracias, y que está ocupado con otras cosas. Pero el asesor continúa:

—¿Podría explicarme porqué no esta interesado en el servicio?

En su cabeza piensa en mentarle la madre y decirle que es un adulto y no tiene porqué justificar a nadie sus decisiones, mucho menos a un desconocido, sin embargo, usted calmadamente responde:

 —Porque tengo casi media docena de servicios contratados a su banco, y no me parece razonable contratar ninguno más. 

Pero el asesor no cede:

—Para terminar, ¿sería tan amable de referirme a algún amigo o familiar que pudiese estar interesado en el servicio?

La conversación termina con usted traspasándole la maldición a un ser querido.

3: INTERESES


Los dos primeros efectos secundarios son molestos, quitan tiempo, pero al menos no son costosos. Este sí que lo es.

Digamos que usted dura un par de semanas planeando unas vacaciones con su pareja, y buscando los planes más económicos. Después de mucho tiempo girando la ruedita del mouse, y gracias a la página de viajes de Falcao, logra un tentador precio de 1'999.999 pesos. Entonces saca la tarjeta de crédito.

Como anda casi sin presupuesto —y para mantener el cupo disponible—, decide que la mejor opción es pagar en la máxima cantidad de cuotas que le permite su tarjeta. Usted hace unas cuentas rápidas y dice: "bueno, como el pago me lo difieren a 36 meses, divido $1'999.999 entre 36, me toca pagar cerca de $56.000 al mes; y la tasa es del 2.2% que es casi nada. Entonces usted se duerme plácidamente, pensando que el paseo está prácticamente pagado, y que solamente pagó una comisión razonable por el crédito. PERO NO ES ASÍ.

Créame. Esos cobros que a usted lo desesperan, como las cuotas de manejo y los costos por transacción, no son las cosas que enriquecen a los bancos. De hecho, esos cobros sí vendrían a ser los que pagan los salarios de los empleados bancarios y la infraestructura electrónica con la que cuentan.

Lo que enriquece a los banqueros son los intereses. Resulta que sin saberlo, en el ejemplo anterior, usted habrá pagado lo del viaje, más otros 900.000 pesos más. Eso es casi un 50% adicional sólo por concepto de intereses.

Aún si usted es más conservador, y paga a 12 cuotas, igual le cobran $300.000 por intereses.

En conclusión, cuando usted compra sus vacaciones a crédito, no solo se paga sus vacaciones, sino una parte de las del dueño del banco. Y no importa si en el aviso dice "Compre ahora y pague en el 2016". "Plan 50/50 sin intereses el primer año". SIEMPRE le van a cobrar los intereses de una forma u otra. Un banco nunca hace favores. Un banco es un negocio, y la ganancia del negocio sale de su bolsillo.



¿Cuál es la sugerencia entonces? 

Como dijo un político por ahí —de amores y odios—, lo mejor es "aplazar el gustico" unos cuantos meses. Eso es tiempo suficiente para usted ahorre lo que le iba a pagar al banco por sus vacaciones, y pueda comprar el plan de contado. Incluso, lo que iba a pagar de intereses, le queda como abono para sus siguientes vacaciones, las cuales ya no tendrá que aplazar. 

Mientras los bancos le ponen el alma, usted a ellos les está poniendo el C… olombiano que lleva dentro.

Deje de ponerlo.

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